por Gerard Soler
El alza del precio del pasaje del subte de Santiago es solo la punta del iceberg del violento estallido social que se ha registrado en Chile.
El telón de fondo es la desigualdad social, la concentración extrema de la riqueza, la impunidad ante la corrupción, la desconexión de la élite política y la precariedad de la sanidad, las jubilaciones y el sistema educativo.
No son problemas de ahora, se arrastran desde hace años y algunos tienen su origen en la dictadura de Augusto Pinochet, pero han confluido estos últimos días en un estallido furioso sin precedentes en la historia reciente de Chile, un país que se consideraba carente de problemas dentro de la convulsionada América Latina.
El anuncio del presidente Sebastián Piñera de dar marcha atrás a la subida del boleto del metro no logró aplacar los saqueos y el vandalismo se desató en varias zonas de Santiago y otras ciudades del país, porque la violencia ya se había convertido en un modo de expresar el descontento con el modelo político, económico y social.
Pensiones, un modelo privatizado y heredado de Pinochet
El sistema de pensiones es uno de los puntos que más rechazo concita en la sociedad chilena. El modelo fue establecido en 1980, durante la dictadura de Pinochet (1973-1990), y obliga a los trabajadores a depositar cada mes cerca del 12 % de su sueldo en cuentas individuales manejadas por entidades privadas conocidas como Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP).
Las AFP invierten en los mercados en busca de rentabilizar sus fondos y obtienen beneficios millonarios, pero no entregan pensiones dignas a los jubilados, que reciben mucho menos dinero del que ganaban cuando trabajaban.
Según cifras de la Superintendencia de Pensiones, el promedio de las pensiones de vejez pagadas en agosto pasado fue de unos 220 dólares, poco más de la mitad del sueldo mínimo, que está en 422 dólares mensuales.
Paradójicamente, los miembros de las Fuerzas Armadas y las Policías cotizan en un sistema aparte, de reparto, que ofrece jubilaciones mucho más elevadas.
Educación de baja calidad y universitarios endeudados
La educación universitaria fue gratuita en Chile hasta 1981, cuando la dictadura simplificó los requisitos para la creación de universidades privadas.
Estos centros se multiplicaron hasta superar las cuarenta en un esquema de mercado en el que tenían libertad para fijar el valor de sus matrículas.
Al mismo tiempo, se redujo el aporte estatal a las universidades públicas ya existentes, que también comenzaron a cobrar aranceles como una manera de mantenerse competitivas.
El resultado actual de ese modelo es una amplia oferta de universidades privadas de dudosa calidad y matrículas carísimas, que obligan a los estudiantes a pedir créditos avalados por el Estado para financiar sus estudios.
Esto lleva a que muchos universitarios se titulen y empiecen a trabajar, pero pasan los primeros años de su carrera laboral pagando deudas con los bancos.
En 2016, la entonces presidenta Michelle Bachelet repuso la gratuidad universitaria para los estudiantes de menos recursos, aunque la cobertura de ese beneficio es aún insuficiente y no ha acabado con el endeudamiento de los jóvenes.
Sanidad pública precaria y privada discriminatoria
Los trabajadores deben cotizar en Chile por lo menos el 7 % de sus remuneraciones en planes de salud y pueden elegir entre hacerlo en el sistema público, el Fondo Nacional de Salud (Fonasa), o en el privado, sustentado por las Instituciones de Salud Previsional (Isapres).
Unos 14 millones de trabajadores están afiliados a Fonasa, muy criticado por los pacientes por la mala atención en los hospitales, largas esperas para obtener una hora médica, incluso en urgencias, y las malas condiciones de los establecimientos.
Las Isapres, que cubren a las personas de mayores ingresos, ofrecen planes más caros y con coberturas más bajas a las mujeres y los ancianos, una discriminación que Piñera busca erradicar con una reforma al sistema.
Alto costo de la vida y alzas en servicios básicos
Vivir en Chile se ha vuelto más caro, especialmente en Santiago, donde el precio de las propiedades ha subido hasta un 150 % en la última década, mientras que los ingresos lo han hecho solo un 25 %, de acuerdo a un estudio de la Universidad Católica publicado en mayo pasado.
Además del alza del boleto del subte, que en hora punta vale 1,2 dólares, los ciudadanos han recibido con indignación un aumento del 10 % en las cuentas de la luz y pagan precios desorbitados por los medicamentos.
Corrupción en la elite
Estos últimos años se han destapado millonarios casos de corrupción de los altos mandos de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, esta última una institución que hasta hace poco gozaba de una confianza total de los ciudadanos.
También se constató que la financiación ilegal de campañas fue una práctica generalizada en la política chilena, y partidos tanto de izquierda como de derecha recibieron dinero de los principales grupos económicos.
El poco empeño de la Fiscalía y otros organismos públicos en perseguir esos delitos hizo que fueran sancionados con simples multas.
EFE